Cementerio Ezpeleta

Quilmes, Quilmes Partido, Buenos Aires, Argentina

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Popis

EL CEMENTERIO DE EZPELETA\n\nEn setiembre de 1867, el Dr. Wilde y el juez de paz Augusto Otamendi, atienden las secuelas del cólera[10] y consideran la necesidad de sacar el cementerio del pueblo y llevarlo a las afueras. Juntos recorren la campaña buscando un lugar adecuado, decidiéndose por unos terrenos próximos al arroyo Giménez, propiedad de Juan Clark y del Sr. Lagouarde. El 24 de noviembre se compra la propiedad a Clark y comienzan los trabajos y los traslados de los restos que estaban en el cementerio de la Barranca.\nEl proceso de traslado fue largo, demasiado prolongado y complejo. Muchos perdieron definitivamente a sus finados, que fueron reunidos en el “osario”, y otros enterraron como propios los ajenos. Cuenta, con festivo pintoresquismo, José Andrés López [11] el primer destino que tuvo el segundo cementerio quilmeño:\n“Clausurado el cementerio viejo en 1868, pasada la epidemia de cólera que asolara la provincia, la cicu­ta hizo presa del sitio aquel, donde empezó a crecer y multiplicarse como en la mejor de sus tierras de cul­tivo; pero lo hizo por discretas gradaciones.\nEnseñoreóse primero de las calles, luego de las sepulturas, después de las bóvedas en ruina, creciendo en los propios ataúdes y asomando luego por los res­quicios y grietas en procura de aire y luz; trepó luego por las grietas de los derruidos muros de circunvala­ción, coronándolos y por último, calles, sepulturas, bóvedas y muros desaparecieron, ocultos por ella, que formó un bosque espeso e impenetrable, y quien no supiera que aquel bosque crecía en un cementerio, no lo habría sospechado ni creído.\nUn cura tuvo Quilmes, el Dr. José Ramón Quesada, que viendo el bosque y sabiendo lo que escondía, sintió bochorno por las autoridades, indiferentes ante aquel espectáculo, y piedad por la memoria de los muertos, y buscando la manera de expresar lo que sen­tía a los que de aquello tenían la culpa sin mortifi­carlos, su talento y su exquisita cultura le sugirieron el recurso.\nEstando próximas las fiestas patronales, anunció por nota a la Municipalidad, y, desde el pulpito a los fieles, la venida del arzobispo monseñor Aneiros y el propósito de éste de visitar el cementerio clausurado y celebrar allí una misa por el alma de los muertos yacentes.\nY allá fueron a porfía, la Municipalidad con sus presos y los deudos en persona o sus peones, y la cicuta fue abatida de la mejor manera posible, pero bastante mal, según el discreto parecer del bondadoso mon­señor Aneiros.\nPero como éste no había de venir cada vez que la cicuta, volviendo por sus fueros, provocara nueva ‘razzia’, ésta no se produjo, y aquella continuó siendo allí reina y señora, hasta que, andando el tiempo, el cementerio fue demolido y su terreno entregado al dominio privado.”\nEl 1º de mayo de 1870 se dicta un reglamento de cementerio que reglaba medidas de las sepulturas, los tipos de enterramientos y el mantenimiento.\nEn 1872 Santiago Laurnaga hace un pozo de agua con molino y otras obras.\nEn 1873 se inaugura oficialmente la actual necrópolis de Ezpeleta. La primitiva entrada estaba próxima a la esquina de Laguarda y Mitre. En una foto que reproduce el Prof. Iurescia, en el trabajo mencionado, se aprecia este ingreso de estilo italiano, un atrio rectangular techado y con altas arcadas en sus cuatro lados, uno hacia el interior del camposanto. También se aprecian varias cúpulas de las bóvedas que ya no están.\nEn 1881 se designó el primer guardián del cementerio que fue Francisco Gurruchaga con un sueldo de $ 600.\nEn 1898 siendo intendente Olegario Ponce de León hace construir la capilla, oficinas, morgue, osario, etc. Los planos los realizó el constructor Pedro Etchevertz, pero como era empleado municipal no se hizo cargo de las obras. Se otorgó la licitación al constructor Miguel Nazábal. Las nuevas instalaciones se inauguraron el 25 de octubre de 1889, estando a cargo de la intendencia Joaquín R. Amoedo; fueron padrinos de la ceremonia el Sr. Ponce de León y su esposa Josefa Labourt Dupuy. Sus nombres figuran en la medalla que se acuñó para recordar el acontecimiento.
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